Hay quienes crean perfiles falsos en redes sociales, los nutren de contenido e interacciones y, cuando llegan a ser 'influencers', los usan con fines diversos.
En una pequeña oficina del centro de Zaragoza, un grupo de veinteañeros trabaja a diario en el mantenimiento de un mundo de humo y espejos. Gestionan las cuentas de redes sociales de personajes que en realidad no existen: un empresario playboy cincuentón de Miami, una actriz española despampanante que se mueve entre la alta sociedad mexicana... Tienen miles de seguidores, igual que las celebridades de carne y hueso. Recomiendan lencería fina, ropa deportiva o restaurantes de lujo, como hacen los famosos. Sus fans les escriben mensajes y a veces hasta se enamoran de ellos. No saben que están interactuando con marionetas virtuales.
Sus creaciones son mucho más sofisticadas que los bots, perfiles falsos que interactúan de forma automática. Los bots han quedado obsoletos porque son fácilmente detectables, mientras que los kabukis, manejados por humanos, son indistinguibles de las cuentas reales.
¿Qué sentido tiene crear personajes ficticios? Es más barato contratar a un actor que preste su imagen y ocuparse uno mismo de darle una reputación que hacerse con los servicios de un influencer que viva en un mundo de glamour. También son más maleables y no ponen condiciones.
Fuente: ElPaís