Los psicólogos llevan más de un siglo analizando qué nos mueve en nuestra búsqueda de la felicidad. Han propuesto diversas teorías. Una de las más sencillas es la que sugieren Anthony Robbins y Cloé Madanes, que distinguen seis necesidades agrupadas en dos tipos. A las cuatro primeras las consideraron básicas. A las otras dos, superiores. Estas últimas se activan dependiendo de nuestra edad, de nuestros recursos y de nuestra forma de ser. Veamos cuáles son esas necesidades:
—Seguridad. Necesitamos sentirnos protegidos, cómodos e incluso controlar todo aquello que nos rodea. Es una sensación que compartimos con otros mamíferos. El grado de preocupación por estas cuestiones depende de cómo seamos. Unas personas tienen un nivel de exigencia menor y a otras les molesta cualquier cosa que se escape al mundo que conoce. Aquí podemos incluir a las personas quisquillosas o a aquellas que son muy controladoras y que intentan sentirse seguras a toda costa.
—Variedad. La curiosidad es innata al ser humano. Hacer siempre lo mismo, llevar la misma ropa o comer lo mismo nos aburre profundamente. Por eso necesitamos romper nuestra monotonía. La búsqueda de la variedad está relacionada con disfrutar de todo aquello que nos resulta novedoso. Esta necesidad se opone a la necesidad de sentirnos seguros, aunque ambas pueden ser complementarias. Una vez más, dependiendo de cómo seamos, un cambio en la empresa nos puede llevar a emocionarnos (necesidad de variedad) o a agobiarnos (de seguridad).
—Relevancia. Todos necesitamos sentirnos importantes, únicos y especiales de alguna manera. Es una necesidad básica, pero, una vez más, el grado y la forma en la que la desarrollamos depende de cada uno de nosotros. Para algunas personas, la relevancia social supone una motivación de fondo para acaparar poder a cualquier precio, aunque para ello tenga que pisar a todo aquel que se ponga en su camino. Otros, en cambio, utilizan esta necesidad para alcanzar logros que beneficien a los demás.
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Conexión.
Las personas necesitamos sentirnos parte de un grupo, ya sea la familia, los amigos o un equipo de fútbol. Es una necesidad básica e íntima: la de pertenencia. La creación de lazos con otras personas es básica en los seres humanos. Esta necesidad es opuesta a la de relevancia. Esta dualidad es el motivo por el que muchas personas, cuando son ascendidas en su trabajo, se enfrentan a un conflicto: asumir poder y dejar de formar parte del grupo.
Hay quienes luchan por un determinado puesto o por tener cierta situación financiera, pero, cuando lo alcanzan, se dan cuenta de que no les satisface tanto como esperaban. Esto sucede porque no se cumple alguna de las dos necesidades superiores, como el desarrollo o la contribución, que veremos a continuación.
—Desarrollo. El desarrollo no nos hace sentirnos importantes, sino que nos ayuda a progresar, a aprender continuamente y a crecer tanto a título personal como emocional.
—Contribución. La última necesidad es la de ayudar. Servir o facilitar que otros se desarrollen. Es la motivación más elevada y responde a la necesidad de contribuir a una causa positiva para terceros. Este punto puede vislumbrarse de formas muy diversas: podemos contribuir como padre o como madre; dedicarnos a la enseñanza para ayudar a los demás; liderar un grupo de personas para que desarrollen todo su potencial; defender un legado o buscar la trascendencia en la conexión con la naturaleza.